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“Aquí y allí en Lisboa –cuando vamos con prisa o distraídos por las calles–, al girar una esquina, de repente vemos irisado el Tajo: entonces se vuelven ligeros nuestro cuerpo y el alma alada”, escribió Sophia de Mello Breyner Andresen sobre la capital de Portugal, y con mucha razón. Lisboa, la séptima ciudad del sur de Europa más visitada, debe su fama al cielo que la cubre, a la luz que de ahí irradia y al Tajo. El Tajo siempre al acecho. Bajo esta luz Lisboa canta, encanta y crece, habiéndose convertido en uno de los principales centros económicos del continente europeo. Aquí conviven calles y callejuelas tradicionales, llenas de alma, de aromas y de música, espejo de las diferentes culturas que aquí habitan. No faltan los jacarandás, los colores vibrantes, los edificios cubiertos de azulejos antiguos y el Tajo. El Tajo siempre al acecho. Además, la modernidad y el lujo: avenidas adornadas por rotundos y centenarios olmos, plátanos y almeces, rodeadas de tiendas de lujo, terrazas, teatros; barrios modernos, de arquitecturas futuristas, galerías de arte, carreteras y autopistas con conexión a todas partes. Es el centro político de Portugal y el lugar desde donde partieron los conquistadores en busca de mares nunca antes navegados. Lisboa son castillos, palacios, plazas, y también playas, centros comerciales, centros de congresos, universidades, aeropuertos y el Tajo. El Tajo siempre al acecho.